domingo, 23 de noviembre de 2008

"Kincón"

La cabeza de un creativo publicitario es un mundo salvaje y descarado. Su trabajo consiste en que nuestros comportamientos se vean modificados junto a nuestros patrones de consumo. Una buena campaña puede hacer que compremos algo que no necesitamos, que cojamos cariño a algo que detestábamos o, según los creativos de la agencia Vitruvio-Leo Burnett, que comencemos a hablar con palabras que no existen.
Un chispazo de ingenio de dos creativos de esta agencia les ha hecho parir la palabra kincón, basándose en un criterio que adeuda más al cine que al léxico. El vocablo es una castellanización de King Kong, el icónico simio creado por Merian Cooper y Ernest Schoedsack en el clásico cinematográfico de 1933.
El palabro ha sido acuñado por Jorge López, de la agencia, para festejar un doble aniversario. Este 2008 el monstruo cumple 75 años de vida, mientras que el Festival Internacional de Cine de Sitges cumple 10 años. El certamen, que utiliza al simio en su logotipo, le ha regalado una campaña publicitaria.
Es así como ha nacido King Kong para siempre, un portal que recoge todos los recursos con los que kincón cuenta para hacer una proeza, volverse parte del lenguaje. Entre ellos una canción compuesta por Riki López y un vídeo en el que un kaiser, un kiwi y un keniata -algunas de las 200 palabras que comienzan con k en el diccionario de la RAE- piden la inclusión de la nueva palabra en el diccionario.
Dice José Antonio Bayona, el director de El Orfanato, que kincón es "cuando soñamos con esa persona amada que no nos ha correspondido". En Vitrubio aseguran que es "aquél que ha quedado prendado de un amor imposible". Hasta el momento, cerca de 2.400 personas han respaldado la propuesta en la página web en algo más de un mes. Es posible que sean ellas las únicas que conozcan la acepción de la palabra. En la agencia lo niegan. "Ha trascendido el producto", dice López, "el otro día una amiga le decía a otra: 'eres la más kincona', porque se había enamorado de un cura que además era gay".
José Manuel Blecua, secretario de la RAE dice que la iniciativa le parece "muy legítima y democrática" pero poco factible. "[La campaña] ignora la cualidad del nombre propio en la Lexicografía", asegura. El académico hace referencia a la facultad propia y única de los nombres, que es lo que nos hace excepcionales. "Viven con los elementos de su referencia, por ello no son iguales a otras palabras de la lengua".
Pero siempre hay una excepción a la regla, ¿no? Esto lo sabe Jorge López. "No es tan descabellado", dice el creativo. Se escuda diciendo que algunos personajes han entrado al diccionario. Allí están robinsón, por el personaje de Daniel Defoe; donjuán, por el Tenorio y lolita, la seductora niña de la novela de Vladimir Nabokov.
Blecua lo reconoce y defiende el uso -y existencia- de algunos adjetivos que derivan de la conducta de otros personajes de ficción. Entre ellos rocambolesco, chaplinesco y cantinfleada. "Pero Chaplin o Cantinflas", explica el secretario de la RAE, "no están en el diccionario".
"Nos hemos informado y sabemos que hay dos maneras de que una palabra entre al diccionario", dice Jorge López. La primera de ellas es que sea aprobada en la reunión que todos los jueves celebra el Pleno de la Academia. La propuesta puede venir de algún académico, de una de las 10 comisiones de trabajo o del Instituto de Lexicografía de la institución. La segunda forma es mediante consultas externas, en las que la gente puede hacer llegar comentarios sobre acepciones, así como señalar errores. Pero propuestas de palabras hay pocas, dice Blecua.
El equipo detrás de King Kong para siempre ha enviado a la escritora Ana María Matute dos cartas explicando la iniciativa. La autora de Los hijos muertos, que ocupa el sillón K mayúscula, aún no ha mostrado su parecer sobre kincón. "No queremos presionarla, pero nos gustaría saber que opina sobre todo esto", dice Jorge.
De esta forma King Kong ha dejado el Empire State de Nueva York para librar una batalla en la calle madrileña de Felipe IV, en la sede de la RAE. De perderla hay poco que lamentar. El paso a la Historia ya lo ha logrado.

Vía El País

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