En la práctica, cumplir la normativa implica que el material debe ser ignífugo, que no se manche con el café o el aceite y que sea resistente ante golpes y el peso. “Es una pieza más del avión”, resume Ferrer Puig. En esta modalidad de publicidad, la bandeja se forra con polímero (un plástico desarrollado).
Las novedades que introduce este soporte son varias. Por una parte, está asegurado el impacto publicitario, ya que el anuncio se coloca en las dos caras de la bandeja; en un vuelo de más de 45 minutos, el 80% de los pasajeros despliega la bandeja para comer o leer. Este contacto con la publicidad es prolongado, ya que los trayectos no suelen ser inferiores a una hora.
Las marcas se “asocian a los valores aeronáuticos, positivos, como son tecnología, seguridad, tendencias, diseño...”, apunta Ferrer Puig. El público
objetivo es de clase media (50%)y media-alta (22%). El tipo de empresas con las
que se ultiman acuerdos para insertar publicidad son de automoción(en cada mesa se puede anunciar un modelo diferente), operadoras y empresas de telefonía (ofertas de itinerancia), cosmética, relojes y productos financieros. En general, son firmas que han mantenido la publicidad a pesar del desplome de la inversión del sector como consecuencia de la crisis.
“Aquí entra en juego la creatividad de las agencias, que deben ser capaces de desarrollar un producto que permita al usuario tener una experiencia; por ejemplo, mostrar un reloj con el máximo detalle o buscar la participación del cliente enviando un mensaje de móvil o introduciendo un código en la web de la empresa”, sostiene el publicitario.
La empresa ofrece a la aerolinea todo el desarrollo íntegro de la publicidad: maqueta, impresión, producción, logística, instalación y desmontaje. Por ejemplo, “alquilar” la publicidad en doce aviones durante un mes cuesta 105.000 euros; en el caso de Spanair es la mitad de la flota, con unas 1.700 mesas.
Vía Expansión
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