miércoles, 2 de abril de 2008

Ha muerto Pedro Zaragoza, el inventor del marketing turístico

Un viaje en Vespa a El Pardo cambió la historia de Benidorm. Eran los años 50, Pedro Zaragoza, alcalde del entonces pequeño pueblo pesquero, no se lo pensó dos veces. Fue a entrevistarse en persona con Franco y le planteó que o se legalizaba el bikini o el futuro de Benidorm estaba perdido. Logró su objetivo. Obtuvo el beneplácito del dictador para permitir el bikini en las playas benidormíes. Hoy, el hombre que removió las altas esferas del Estado en busca del progreso de Benidorm será enterrado en su ciudad natal.
Zaragoza estaba dispuesto a llegar donde hiciera falta para que su tierra fuera un referente turístico internacional. Así, tras conocer en Helsinki a una familia lapona de cazadores de ciervos, la llevó de aeropuerto en aeropuerto por toda Europa, con un cartel que explicaba -en castellano e inglés- que iban a pasar sus vacaciones en Benidorm. Fue portada de multitud de publicaciones. Por ello, es visto por los expertos como uno de los precusores del 'marketing' turístico.


Se le considera el actor principal del despegue turístico de lo que hasta entonces era un pueblo pesquero. Marcó un modelo de crecimiento que ha sido imitado por otras ciudades. No en vano, todos sus sucesores en la alcaldía han seguido su ejemplo. Zaragoza acabó con el pueblo de pescadores -de apenas 1.700 habitantes a principios de los años 50- y lo transformó en una ciudad turística dedicada al sector terciario, gracias a su clima y sus grandes playas.
La capital española del turismo perdió a su creador en la madrugada de ayer. Pedro Zaragoza, de 85 años de edad, ingresó el viernes en el Hospital de Levante de Benidorm a causa de una insuficiencia coronaria. La dolencia derivó también en un encharcamiento de los pulmones y acabó con el colapso de sus órganos vitales.
Inmediatamente después de conocerse la noticia de su fallecimiento, llegaron al centro médico multitud de amigos y conocidos de una de las personalidades más relevantes de la historia de Benidorm, que acompañaron toda la noche a la viuda del recién fallecido, María Ivars, y a sus cuatro hijos.
La gente que le conocía le llamaba Don Pedro, y de él se dicen maravillas. Tenía un espíritu inquieto y un alma joven, según sus conocidos, quienes definían su carácter como el de una persona afable, muy culta gracias a una vida en la que todo lo consiguió con trabajo.
Ayer le recordaban como un conversador insaciable, un hombre muy religioso y un gran amigo de quienes tenían la fortuna de considerarse amigos suyos.

Leído en IDEAL

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