lunes, 12 de octubre de 2009

El cine se sirve de páginas como Facebook o Twitter para promocionar filmes y series televisivas.

Cherrybomb es una película independiente que, a pesar de estrenarse en el pasado Festival de Berlín, no había logrado atraer a ninguna distribuidora para que la llevara a la gran pantalla. Pero las redes sociales han hecho posible un milagro que ni uno de los mayores certámenes cinematográficos del mundo había logrado: cien mil internautas manifestaron su apoyo al filme –primero en una página de fans de uno de los actores de la cinta, y más tarde en Facebook– tras conocerse que no encontraba comercializadora, una razón de peso que hizo que la productora sí encontrase distribuidora.

Es cierto que el alma máter de la película es el actor Rupert Grint –el mejor amigo de Harry Potter–, algo que, sin duda, ha contribuido a este éxito, pero, como asegura Alberto Nahum García, profesor de Comunicación Audiovisual de la Universidad de Navarra, «ésta es una tendencia que va a darse cada vez más.

Las redes sociales son una alternativa al llamado gate keeping, que no es más que el filtro que ponen los medios tradicionales. Las redes constituyen un canal alternativo para generar ruido y gracias a ellas las películas alternativas que no cuentan con un apoyo mayoritario pueden hacerse un hueco».

Este fenómeno, que ya ha sucedido en otros campos, como la música, se está llevando cada vez más al terreno cinematográfico, y «páginas como YouTube están permitiendo descubrir cineastas nuevos», destaca García. Esta afirmación contrasta con la opinión de Ignacio Armada, profesor de Crítica Cinematográfica de la Universidad CEU San Pablo, quien se muestra reacio a que las redes sirvan de canal de distribución del sector audiovisual, sobre todo porque no hay un sistema de control del éxito empresarial y es muy difícil que en un futuro próximo vayan a existir medidas de evaluación.

«Lo que sí creo es que las redes sirven para publicitar cierto tipo de cintas, sobre todo aquellas vinculadas a elementos extracinematográficos, como el documental sobre la comida basura Super size me », destaca. Y añade: «Lo que parece claro es que el formato tradicional de exhibición tiene los días contados. Cada vez hay menos salas de cine y en el futuro sólo ofrecerán cine de gran presupuesto y espectáculo, y las producciones pequeñas quedarán relegadas a emitirse en televisión».

Pero no sólo el cine más alternativo hace uso de la Red para darse a conocer. Las grandes productoras, sabedoras de la creciente importancia de estos canales, han apostado por emitir a través de ellos los tráilers de los próximos estrenos para crear expectación en el espectador, incluso «existen avances hechos por los propios fans, como ha sucedido con La carretera, de Viggo Mortensen», añade García. De esta forma, páginas como Facebook, YouTube o Twitter se han convertido en una herramienta más de márketing para estas compañías.

También en la tele
Las series de televisión también recurren a esta estretegia y algunas se han salvado de desaparecer de antena gracias, precisamente, a ese ruido. Así, los fans de la americana Chuck hicieron posible que no se suspendiera gracias a la iniciativa en Facebook Salvemos a Chuck. Otras series han anticipado su primer capítulo en Internet, como ha sucedido con la española El internado o con la estadounidense Dexter. Son las propias cadenas las que se sirven de este mecanismo para crear expectación.

Pero las cadenas han ido más allá y en Estados Unidos han filtrado el capítulo piloto para testar y probar qué es lo que le gusta al público. «Ha sucedido, por ejemplo, con True Blood, donde la protagonista en el episodio de prueba no era la misma que en el resto de la serie. Es un caso evidente de que las críticas de la gente han influido para que hubiera un cambio», destaca García, quien añade que este sistema se ha aplicado, de momento, sólo a las series de televisión debido a que estas permiten un margen de maniobra mucho más rápido. «Lo que parece claro es que Internet es un medio para ciertas cosas. No creo que sea la promesa de futuro; considero que es más interesante para los contenidos televisivos que para los cinematográficos», concluye Armada.

Vía Expansión

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